13.11.04

Pactos de terror

Luis Beroiz - Licenciado en Ciencias Económicas y Derecho
24/07/03

Si de algo, de nada más por cierto, estoy agradecido a Deusto, es de haberme dado la oportunidad de conocer a gente como tú, Koki. Clarividente, luchador y comprometido, tu inconformismo te acarreó, como a otros muchos, problemas con el dictador de Markina. Pero poco importaba eso entonces. Tú de la A y yo de la B, irremediablemente juntos, pues el pupitre pasaba a ser de nuestra propiedad, supongo que para facilitar el pase de lista. Muy cerca, detrás, con otras letras del abecedario, se sentaban conocidos amigos pertenecientes a la organización armada. Tampoco importaba demasiado. Buenos tiempos aquellos. Siempre he sentido tu aprecio, Koki, como tú has tenido que sentir necesariamente el mío. No en vano compartimos juntas, pues suelen ir tradicionalmente unidas, las dictaduras del militar y la del fraile, también compartimos vinos, noches de juerga y noches de centramina, pero, sobre todo, compartimos el ideal de una vida más justa, más libre y pacífica para todos. A ti luego te dio por la política, por la alta, a mí por todo lo contrario, pues nunca he militado ni, a mi edad, se me va a ocurrir semejante insania, aunque, eso sí, me han colgado sambenitos injustificados a manta. Mi tiempo libre lo dediqué, casi íntegro, a enseñar a jugar pelota a los chavales del pueblo.
La última vez que nos vimos fue, tras dos días de convivencia en Santillana del Mar con nuestras esposas y compañeros de estudios, en el patio de la capilla de la Universidad, ya en Deusto, donde, como colofón, se celebró una misa, creo que por los antiguos alumnos fallecidos, a la que yo acababa de asistir por deferencia y a la que tú no asististe por convicción. El plato fuerte, a la salida, versó fundamentalmente sobre la corrupción que reconociste en integrantes de tu partido, concretamente en los propiciadores de esa aberración que supone el pantano de Itoiz. A la sazón, no estoy seguro, creo que eras ministro, no sé de qué, porque lo fuiste meritoriamente de varias carteras. Pero eso tampoco importa.
Han pasado algunas cosas desde entonces, Koki. Y de cierta importancia. Tú conseguiste las más altas cotas de poder en tu partido, cuando fuiste elegido su secretario general y propuesto a presidenciable. Más no se puede pedir en política. Yo, en cambio, he devenido en padre de preso político vasco. Tú, ahora, desde tus cargos de diputado socialista e integrante de su Comité Federal, no te has opuesto y has consensuado ese fascista Pacto por las Libertades que nos convierte a todos, a mí, a mi hijo y a sus amigos, en terroristas, unas veces en grado de colaboración y otras en grado de pertenencia. ¡Qué más os da! Tú sabrás por qué lo has hecho. Te recuerdo que algo similar a estas veleidades vuestras ya intentó cierta religión, cuando éramos más jóvenes y tú menos ateo ¿Te acuerdas? Todo era pecado contra el sexto mandamiento y todo merecedor de quemaduras eternas. Mirar un escote, mantener una conversación picarona, hasta leer pasajes escabrosos de la Biblia, incluso solazarse con pensamientos impuros. Ya no te digo nada los tocamientos, tanto los compartidos como los egoístamente sin compartir. Y no hablemos de yacer con varón o con hembra. Todo, todo, todo había que contárselo, con más pelos que señales, al torturador del confesionario. Eso sí, de las barraganerías de sus clérigos, en cambio, nada se decía, nada trascendía. Pues bien, Koki. Ahora no es con el sexto con el que estáis jugando. Ahora, el pecado innombrable, el pecado abominable habéis decidido que sea el terrorismo.
Hoy, gracias a ti y a vuestro divino Pacto, se es terrorista por montar una barricada, por llevar una pan- carta, por quemar un cajero, por dirigir un periódico, por llevar unas cuentas, por pensar en independentista, por votar descaradamente nulo. Hasta por escribir esto que estás leyendo. Todo, todo, todo lo que concierne a este país lo habéis convertido en terrorismo. Hoy los confesionarios están en las comisa- rías. Lo único que ha variado es la penitencia. Antes por tres avemarías volvías a los tocamientos, ahora purgas hasta que te pudres, querido Koki. Hoy, como ayer pasó con los barraganes, nada se sabe de los apóstoles del GAL, de sus equis, nada de la muerte de Shanti, nadie habla ya de los misioneros desplazados a Irak ni de los tormentos a los detenidos ni de vuestro repugnante sistema carcelario.
Nadie habla del Guantánamo castellano. Me llevaron al chaval, Koki, una noche de luna. Me lo tor- turaron hasta la extenuación animales de cara descubierta, tal es su impunidad. Ha sido de pura ca- sualidad que no me lo habéis devuelto, tú y tu Pacto, en caja de madera, tras el accidente mortal de Aranjuez. No estáis permitiendo, tú y tu Pacto, que se le atienda médicamente como persona. Con las ratas tenéis más deferencias que con él. Le habéis prohibido examinarse. No puedo obviar que me vengan a la memoria aquellas noches estudiando todos juntos en casa de Félix. Tampoco va a poder matricularse en lo que le gusta porque se lo habéis impedido. Y se lo habéis impedido porque tú y tu maldito Pacto habéis dicho, sin todavía juzgarlo, sin haber hecho nada de lo que se le imputa, que entra dentro de vuestro perfil de terrorista. El, que ha pasado por tantos horrores. Ya tienes en tus manos a mi hijo y a sus amigos, ya habéis llenado de terror nuestras vidas, ¿qué más os queda por hacerles?, ¿qué más os queda por hacernos?
Te oí hace unos días en la radio, concretamente en una entrevista que te hicieron en "El Boulevard". Mencionaste, atribuyéndotela, la palabra demócrata una docena de veces y otra docena, esta vez atribuyéndola a otros, la palabra terrorista. Mira, Koki, si ser demócrata es ser como tú y todos los corruptos y galosos asesinos que te rodean y ser terrorista es ser como mi hijo y sus amigos, ya puedes ir poniéndome los grilletes, porque prefiero mil veces a ese terrorista que a ese demócrata. Dijiste, también, que no eras nacionalista. Nadie te reprocha por ello. Tampoco lo es la cúpula del partido nacionalista y nadie rechista. Terminaste sentenciando que los partidos políticos son imprescindibles en democracia, olvidando decir para qué y para quién. Cuán profundamente has cambiado, Koki. Cuán perversos son los tentáculos del poder.
Hoy el tabú del sexto ya está superado. Unos más y otros menos, todos holgamos y, algunos, los más sortudos, hasta hacen sesentaynueves en la cama. Hemos, por fin, comprobado que, con la excusa del infierno, nos estaban negando el cielo. Nos ha costado pero ahora sentimos que todos los sexos son bellos. Yo espero que pase lo mismo con los terrores. Con todos los terrores, incluidos los vuestros. Confío en que, un día, más bien cercano que lejano, nos revolquemos todos los vascos en el derecho de autodeterminación, tengamos el orgasmo de ser lo que nos dé la gana y que yazcamos ahítos de libertad, de justicia y de solidaridad con el resto de pueblos. Es por lo que luchamos, Koki. El terror habría pasado entonces a ser tabú y no, como ahora, manantial de réditos electorales y consecuentemente espurios. ¿Nos ayudará a esto un vasco afincado voluntariamente en Madrid? ¿Seguirás apoyando el Pacto como hasta ahora o debo armarme de esperanza cuando dices, como acabas de decir, que optas por la vía irlandesa para solucionar el problema vasco? Si eso es así, si ese es tu pensamiento valiente, llámame, Koki, porque ese camino sí que podemos hacerlo juntos.
Mi señora que se acerca y que intenta leer lo que escribo por encima de mi hombro, me pregunta:
­¿Pero quién es ese Koki?
Y yo le respondo. Koki es José Joaquín. José Joaquín Almunia Amann. El del jersey rojo, en la foto encuadrada de Santillana del Mar. Aquel amigo para el que no sé si me queda un poco de aprecio, un mucho de miedo, un poco de asco o un montón de pena... Elige tú mismo, Koki. -

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