Preguntas
Luis Beroiz - Licenciado en Derecho y Ciencias Económicas por Deusto
18/01/03
Me pregunto, burukide, si los torturadores, cuando por cansancio se toman un respiro para fumarse un pitillo y se asoman a la ventana y contemplan en el límite de la ex- planada vitoriana el ocaso sangriento o vislumbran en los montes cercanos las primeras luces del alba, que según sea el turno de todo les ha de tocar, me pregunto, burukide, si ante tamaña belleza esos expertos del maltrato sentirán algo dentro de sus adentros. Si, entre sesión y sesión, les dirá algo la bella muerte del día o el crepúsculo mañanero. Me pregunto muchas veces de qué tendrán hechos estos cobardes sus adentros. Hasta me cuestiono si tienen adentros. ¿Y sus afueras? ¿Te has preguntado alguna vez cómo son sus afueras? ¿Habrán sido alguna vez niños, habrán tenido alguna vez amigos? Me pregunto si tienen cuadrilla. Y si la tienen, ¿conocerá ésta su trabajo? Y si lo conoce, ¿de qué hablan?, ¿comentarán en su charla las últimas novedades en refinamiento? Me pregunto también si los torturadores pueden tener hijos. Y, si los tienen, si conocen éstos las hazañas de su padre y si son conscientes los pobres de que con los euros así logrados se han pagado sus lápices de colores, su muñeca y hasta su traje de primera comunión... Incluso me pregunto si tendrán madre los torturadores y si éstas conocen el oficio de sus hijos... Viene esto a cuento, querido burukide, de un diálogo, más bien monólogo, que tuvo lugar entre uno de tus ertzainas, el que parecía el jefe, el de la cinta enroscada en una de sus muñecas, con uno de los últimos detenidos en Arkaute.
Tú eres un hijo de puta... Di que eres un hijo de puta...
Silencio por parte del detenido.
Te he dicho que eres un hijo de puta. Sí... Yo también soy un hijo de puta... ¿Y sabes por qué soy un hijo de puta? Porque mi madre es una puta. Por eso yo soy un hijo de puta...
Silencio, de nuevo, por parte del detenido.
Tú eres un hijo de puta y yo soy un hijo de puta. Los dos somos dos hijos de puta. Dime que soy un hijo de puta...
Por tercera vez, silencio por parte del detenido.
Te he dicho que me digas que soy un hijo de puta...
Eres un hijo de puta.
Edificante. Algo sí que daría yo por poder encerrarme un día, acompañado de mi esposa, con estos angelitos y sus respectivos progenitores. En una habitación, a solas, y, a poder ser, con vistas a la mar.
Menudo nivel. Me pregunto, burukide, en qué lugar de su organigrama tiene metidos el señor Balza a estos empleados abyectos y en virtud de qué puesto concreto de trabajo perciben su sueldo. Si reciben formación, si se reciclan, si cuentan con plus de nocturnidad, si se les evalúa por desempeño o por resultados, si tienen establecidos premios, si cuentan con I+D para lograr un superior valor añadido, si en su ficha personal constan sus hobbies... Y, hablando de hobbies, ¿tienen mascotas los torturadores en sus casas? ¿De qué clase? ¿Ensortijados caniches, quizás? ¿Cardelinas cantarinas? ¿Acaso pececitos de colores..? Me pregunto de qué hablarán con ellos ¿De lo que han hecho la noche pasada? ¿De lo que van a hacer la siguiente? Me pregunto si estas lumbreras caerán algún día en la cuenta de que los animales ni torturan a sus congéneres ni a los de las otras especies... Sólo ellos torturan. Me pregunto por último si, en sus casas, cultivan flores en sus balcones y si distinguen el geranio de la azalea, el gladiolo de la violeta. O más bien su único contacto con las flores consiste, cuando en los traslados hacen un alto en el camino para dar las últimas instrucciones al torturado de lo que tiene que cantar ante el juez, en orinar obscenamente sobre las amapolas de los rojos campos castellanos.
Por cierto, y esto va para Josu Jon, ¿por qué no estableces y celebramos un Día sin Tortura, como se hace con el Día sin Tabaco o con el Día sin Coche? Te cedo la idea, porque sigues estando genial cuando insistes, después de lo de Barakaldo (un saludo solidario al chaval y a su familia), que tu policía es «absolutamente respetuosa con los derechos humanos de todas las personas y que prueba de ello es la inexistencia de sentencias en su contra». Ni en contra de Pinochet, Josu Jon. Ni Franco tiene sentencias en su contra. Es calcado a Iturgaiz. ¿No hay repuesto para este hombre, burukide? Te lo digo por vuestro bien, ahora que se avecinan elecciones. En el Día sin Tortura nos reuniríamos bajo la tutela del lehendakari todos en Lakua, torturados y torturadores, a contar unos chascarrillos y cantar el "Hator, hator" delante de variados y emblemáticos canapés. Sería idílico.
Fuera bromas, todos sabemos de forma nítida que lo que buscan estos canallas a través de la tortura son autoinculpaciones, delaciones, confesiones... Lo que no consiguen con el trabajo por el que se les remunera. Y lo hacen desde una perspectiva de odio hacia la juventud más comprometida, consiguiendo a veces sus siniestros propósitos, logrando de vez en cuando que alguien se autoinculpe, aún a sabiendas de que dice mentira, con tal de salir de aquel infierno y, para no volver a él, que lo corrobore ante el juez. Yo, al respecto, les hago una apuesta a quienes de ustedes se atrevan a aceptarla. Que nos dejen solos tres días y cuatro noches, a mí y a mi mujer y a los aitas de los otros torturados, con los cobardes que interrogaron a nuestros hijos y me comprometo a presentarle con los detalles más mínimos al juez de la Audiencia los curricula de todos los embozados, una maleta llena de capuchas con sus babas para su prueba de ADN, cajas llenas de bolsas con las huellas dactilares incluidas, si hiciera falta, las de los pies, y confesiones firmadas por todos ellos admitiendo haber hecho sexo por las mañanas con el lehendakari y por las tardes-noche con su portavoz y consejeros. Digo más. Probablemente nos bastaría con una noche, incluso menos, un par de horas serían con toda seguridad suficientes. ¿Estamos de acuerdo?
Porque, señor juez, en la antigua Grecia, únicos momentos vividos hasta ahora de democracia y donde se elegía para policía a los mejores chavales a fin de preservar a los ciudadanos de las acciones de los peores, los recién torturados estarían, ya mismo, libres en sus casas y los torturadores chupando mazmorra. Aquí no. Aquí no, porque entre todos se está construyendo el mundo al revés. Los mejores en la cárcel y los peores, los sembradores del terror, en Arkaute a la espera de nuevas presas. Sin lugar a la duda, prefiero a mi hijo en Aranjuez que enrolado en la nómina de Lakua.
Aun con darme, no me da tanto miedo la sentencia como qué hijo me vais a devolver. Conozco al chaval pacífico y generoso que os llevasteis pero, después del duro túnel, desconozco con quién me encontraré, cuando lo soltéis. Me pregunto, burukide, si abandonaste la mar, esa novia a la que todos acabáis siendo infieles, porque te reprimía la voluptuosidad de sus olas, porque hacían daño a tus ojos sus bellos amaneceres o porque no supiste interpretar esos «ocasos empurpurados, heridos por sus propios cristales que le hacen sangre por doquiera», según acabo de leer al poeta más poeta de todos los poetas andaluces. -
P.D.- Un par de horas después de concluir este escrito, me comunican que mi hijo Andoni ha sido puesto en libertad. Nada va a cambiar por eso. Me habéis dado la oportunidad y no pienso parar hasta que todos los presos y represaliados regresen a sus casas.
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