13.11.04

Testimonio

Luis Beroiz - Licenciado en Ciencias Económicas y Derecho
(1 de enero de 2003)

Andoni Beroiz Zubizarreta es detenido el 12 de noviembre, en un alarde de tacto y finura, en el frontón Kurutzea de Galdakao mientras entrenaba a los alumnos de la Escuela de Pelota. No fue grande su sorpresa porque ya, semanas antes, había sido acosado y seguido al salir de clase en Durango y, días más tarde, retenido una noche en Beasain por asistir al homenaje de un ser querido. Pero dejemos que sea él mismo el que nos lo cuente.
«El día anterior a la detención, aita, ya vi a dos tipos raros que espiaban desde la grada mis movi- mientos con los chavales. Eran los mismos que al día siguiente me detuvieron. Pero no había razón para ocultarme ni tengo nada para oculta».
Vinieron a casa con él esposado, embozados y armados hasta los dientes. Eran un montón y la TV junto a otros medios, de invitados en primera fila. Tras dejar todo patas arriba durante dos horas, además de a mi hijo se llevaron mi ordenador con el trabajo de siete años en sus tripas. Aunque venía de entrenar, no le permiten ducharse ni se lo permitirían hasta su traslado a Madrid, cinco días más tarde. Pero, no le cortemos a Andoni.
«Nada más introducirme al furgón, al oír las numerosas voces de ánimo de la gente, me dicen: ¿Ya oyes? Pues escúchalos bien, porque de ahora en adelante sólo vas a oír tus propios gritos. El viaje a Arkaute lo hago entre constantes amenazas y gritos. Era sólo el aperitivo. Una vez allí, da comienzo el verdadero infierno. Hora y pico de interrogatorio y 20 minutos de calabozo para reponerse ellos y para reponerme yo. Así de forma continua, de día y de noche, durante toda la detención. No me dejaron dormir ni un solo minuto. Vigilia total los tres días y cuatro noches. La luz permanentemente encendida. Uno de ellos hacía de bueno y los demás de malos, alternándose.
En los interrogatorios, anunciados casi siempre con una música tétrica, nos hacían adoptar dos posturas que , en su jerga, eran:
'La postura de gozar'. Consistía en permanecer en cuclillas, con las manos atrás y recibiendo constantes patadas en tobillos y talones. El sudor provocaba una charca debajo de mis rodillas...
'La postura de Spider Man'. Que consistía en estar de pie, de cara a la pared y con las manos arriba.
El interrogatorio se hacía a base de fuertes gritos muy junto a la oreja. En un momento determinado, haciendo como que me pegaban, rompen una silla contra la pared y, a partir de entonces, una de sus patas les sirvió para realizarme tocamientos, amagando su introducción por el ano».
Lo que acabáis de leer nos lo va desgranando nuestro hijo en el locutorio de Valdemoro, mirándonos a los ojos, con una gran sinceridad y tranquilidad, y sin rencor aparente alguno. Dejemos, sin embargo, que nos siga contando...
«Las imputaciones fueron por este orden y según la jerga de ellos:
Acusaciones de primera división. Es decir, pertenencia a banda primero y colaboración con banda, después. Al no conseguir nada, pues no hay nada que conseguir, llegaron las
Acusaciones de segunda división, o sea, de kale borroka. Aquí me pasaron por el morro alrededor de 30 ekintzas para que firmara, luego 20, luego 10 hasta que no pude más y firmé, creo que media docena que después negué ante la juez.
Aita, yo ya no estaba fresco y me los tenía que quitar de encima como fuera. Además utilizaron una táctica que me afectó».
Al ver que no conseguían lo que andaban buscando porque Andoni, como buen deportista, es fuerte y no se desmorona fácil, la táctica fue meterse con la familia, meterse conmigo concretamente. «Se metieron contigo, aita. Conocían tu vida y milagros. Me decían que ya no te iba a ver más con vida y que habías estado muy farruco en la detención. Que te iban a amargar la existencia. Por si fuera poco, en esos momentos entró uno gritando que les habían concedido un par de días más de incomunicación. Se me cayó el calabozo encima. Además, añadieron que ya habían empezado a cantar los más de treinta que habían detenido. Todo mentira».
Andoni, durante la detención, estuvo tres veces en el hospital. La primera, la de rutina. La segunda, sacándose placas, con una tendinitis bicipital en el hombro derecho como consecuencia del trato y las posturas. La tercera, para hacerle un análisis de sangre por fortísimos dolores en el abdomen. Lo llevaban cuando por el color de las uñas del detenido intuían que se les estaba yendo la mano. El trato de los médicos y enfermeras de Txagorritxu fue de lo más exquisito; no así el de los que le custodiaban. «Aita, quién me iba a decir a mí que precisamente en Madrid iba a encontrar la gloria, después de aquel infierno».
Hasta aquí la violencia contra Andoni. Lo que recuerda. La violencia de Andoni, os la digo. Consiste en ser joven, vasco, amante de las cosas de su pueblo: el euskara, su tierra, la independencia, la pelota... Su violencia y su delito son ser y haber sido generoso y, ¿por qué no? «peleas». Lo que le imputéis será ya otro tema. De momento nuestro único hijo ha sido detenido, torturado, entregado y encarcelado, antes de ser juzgado. Me queda la tortura a que fuimos y estamos siendo sometidos sus padre y madre, amigos y familiares. Que ésa es otra, y no precisamente manca. Quizás otro día.

Torturado en Arkaute
El pasado 12 de noviembre, de noche, mientras entrenaba a los cha- vales de la Escuela de Pelota, mi hijo Andoni fue detenido, esposado, conducido a casa para su registro, trasladado incomunicado a Arkaute para ser torturado salvajemente durante tres días y cuatro noches, entregado el sábado día 16 a los tribunales de la Audiencia Nacional y, finalmente, ingresado en la prisión de Valdemoro, que le pareció el cielo después del infierno que había tenido que soportar en los calabozos de Gasteiz. Nuestro único hijo, detenido, torturado, entregado y encarcelado, antes de ser juzgado.
Tengo muy claro que, al menos de momento, no me voy a referir ni a Javier Balza, que, con sospechosa machaconería, niega que en sus dependencias se torture, ni me voy a referir a Josu Jon Imaz, vocero parcial y encolerizado de sólo una de las versiones, ni, por supuesto, me referiré a Juan José Ibarretxe, obcecado hasta la paranoia en sólo la violencia de uno de los bandos. Y no me referiré a ellos, al menos en principio, porque carecen de autonomía, porque son pelín secos de talento, porque son decidores transmisores de lo que les mandan, porque son provisionales, porque son cortitos para la tremenda importancia de las funciones de los cargos que representan, porque son sumisos y porque, quizás, debido a estas circunstancias, sean hasta algo menos culpables que aquellos que les eligieron y mantienen en el puesto.
Hombre, la detención y posterior tortura de mi hijo sin duda que algo tiene que ver con ellos, pero ciertamente no son los protagonistas principales. Los puestos que hoy ocupan los han ocupado otros antes y, si siguen ganando, los ocuparán en el futuro cama- radas diferentes. Los tres son responsables renovables, de quita y pon, de segunda categoría, dicho esto con todo el respeto que me merecen. Son, si se quiere, los que dan la cara.
Yo a quien debo y quiero referirme es a los verdaderos responsables, a los que ostentan label de ejecutivo, que no son los mandados sino los que mandan, que no son los dirigidos sino los que dirigen, que no son los renovables sino los permanentes, los fijos, aquellos que manejan desde hace más de veinte años los hilos del poder, los que se mantienen mientras sus satélites van rotando. Los cerebros, en una palabra. Los que planifican, los que planean las estrategias, los que determinan las alianzas. Y concretamente, en este artículo, me estoy refiriendo a ti, burukide importante, dicen que de los más importantes si no el más importante, con quien me ha tocado por motivos profesionales rozar más veces y durante más tiempo. El suficiente para conocernos mutuamente.
Te va a resultar fácil identificarte porque, por razones laborales, hemos compartido mesa y mantel durante varios años en los mejores restaurantes de Bilbo y aledaños. Para nosotros eran ­¿recuerdas?­ los primeros perretxikos, los mejores percebes y los vinos de más solera. A los postres, siempre la misma y aburrida cantinela política, pues carecías de conversación de más fuste temático. ¿Quién me iba a decir entonces que tus embozados me iban a llevar al chico de casa y torturarlo tan cobardemente como lo han hecho? Aunque debí suponerlo.
Te adelanto que he dejado transcurrir un tiempo callado para que no me traicionaran ni el rencor ni la cólera; te prometo que, como estás viendo, voy a ser lo más elegante que pueda en mi léxico y que no voy a caer en el juego de todos aquellos que se frotan las manos cuando consiguen que nos enfrentemos entre nosotros. Lo tengo muy claro. Pero tampoco me voy a cortar.
Por mor de los votos, todo hay que decirlo, habéis tenido, mi querido burukide, la grave responsabilidad durante todos estos años de gobernar este país tan queri- do, de gestionar este país tan variopinto, responsabilidad sobre todo de construir un país nuevo con un programa muy claro que emanaba de la doctrina que nos legó aquel a quien seguís deshonrando en Sukarrieta. ¡Ay, ama, si levantara la cabeza! Conoces igual que yo que los pilares de un país son su territorio, su idioma, su economía, son sus medios de comunicación, su gente, sobre todo los jóvenes, es su cultura. No era pequeña ni poca la tarea que asumisteis y que teníais y, de momento, tenéis encomendada.
¿Cuál es vuestro balance? ¿Qué es de Nafarroa y de Iparralde? ¿Qué es del euskara? ¿Qué de las empresas, que si alguna estornuda ­llámese cambiar de sede o trasladarse a otra campiña­ nos provocan pulmonía? ¿Por qué, cuando os mencionan el cupo, tiembla el misterio? ¿Dónde están los medios que Euskal Herria tiene para crear opinión? ¿Qué le estamos ofreciendo a la juventud? Sobre todo, ¿dónde encontramos una cultura compacta y firme que nos configure como pueblo euskaldun? ¿Y qué está pasando en y con la Universidad Vasca? ¡Cuánto déficit, burukide, en asuntos tan fundamentales! En la empresa privada, hace ya tiempo que os habrían echado a todos por inoperantes, por ineficaces. Vosotros, a pesar de todo, seguís.
Se os eligió para dar solución a los problemas, que los hay y muchos, no para perpetuarlos. Y el de la violencia no es el menor de ellos. Las pasadas navidades escribía yo en una revista, refiriéndome a la clase política, a vosotros: «Porque no hay muertos míos y muertos tuyos. Los muertos no tienen bandos. Todos los muertos reposan sobre una única mesa. La mesa de los que saben el remedio, pero se empeñan en no aplicarlo. De ellos son todos los muertos». Lo mantengo, y hoy añado: también los torturados están sobre vuestra mesa.
Mi aita conoció los cuartelillos por sus ideas nacionalistas. Un servidor conoció la comisaría por el mismo delito. Ahora le ha tocado a mi hijo... ¿Ha cambiado algo? Sí. Y mucho. Pero a peor. Mi aita se las vio con la Guardia Civil. Yo, con la Policía Nacional de Indautxu, y a mi hijo lo ha detenido, esposado, torturado y entregado vuestra Policía autonómica. Un matiz fundamental.
No voy a hablar de nepotismo en vuestra gestión de este país, de asignaciones de contratos a dedo, de culos apoltronados, de estómagos agradecidos ni de corrupciones porque no me las creo, por mucho que me cuentan a la oreja que están a la orden del día. Vuestro pecado no lo es tanto que os sintáis cómodos en España sino que habéis propiciado que la España más reaccionaria se encuentre comodísima en Euskal Herria. Preguntad en Arkaute lo que le habéis hecho a mi hijo y a los demás detenidos. Luego me lo contáis. Después lo publicaremos para que no vuelva a repetirse, para desmentir ciertas bocas y para que todo el mundo, sobre todo el que os vota, sepa la verdad, burukide.

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