13.11.04

Cada uno en su sitio

Luis Beroiz - Ldo. en Económicas y Derecho por Deusto
05/01/2003

Se llevan a tu hijo y te quedas solo. Te asomas al balcón para ver cómo lo introducen en el furgón y, al oír los numerosos gritos de los que le dan ánimo, te viene la congoja y sollozas sin remedio. Entras en casa, intentas desentrañar la trascendencia de lo sucedido, pero no te dejan. Suena el timbre y comienzan a entrar vecinos, de todas las ideas, algunos llorando y el resto reprobando la aparatosidad del espectáculo, insultando de corazón a sus protagonistas. Te animan. «¿Pero cómo es posible que se hayan llevado a Andoni?». Suena de nuevo el timbre y van llegando amigos, a algunos los conoces y a otros no. Escuchas ofrecimientos que te ponen los pelos de punta. Cuando se van, muy entrada la noche, te quedas de nuevo solo. Ahora empiezas a rumiar la trascendencia. Quieres comunicarlo a toda tu familia antes de que se enteren por los periódicos, pero es muy tarde para llamar y es preferible atrasar unas horas la noticia. No puedes cenar. No puedes dormir y no quieres llorar. Hay un entretenimiento y nos agarramos a él. Decidimos poner en orden la casa que está patas arriba. Eso nos lleva toda la noche.
Al día siguiente y sucesivos, corrientes de aire puro se alternan con corrientes de aire fétido. Se multiplican las llamadas, se multiplican las visitas. Te dicen que la Escuela de Pelota donde Andoni es monitor y pelotari ha sacado un comunicado de apoyo y ha suspendido los partidos en que iba a participar el detenido. En las manifestaciones de la tarde, a las que asistimos, un montón de alumnos, cosa nunca vista, pidiendo su libertad. Ya preso en Madrid, nos piden la dirección y es masivo el envío de cartas y telegramas. Casi llegas a pensar que la detención ha sido una lotería, tanta es la satisfacción que te produce esta solidaridad.
Pero al puro le sucede el aire fétido. La prensa y la televisión se solazan y transmiten imputaciones inverosímiles procedentes de la misma y única fuente. Todo vale. Nos llama la madre de otro detenido y nos dice que a su hijo lo han llevado al hospital. Me da un teléfono de la Ertzaintza, llamo, me piden datos y me dicen que en dos minutos me ponen al corriente de la situación del chaval. Pasan dos, pasan diez, pasan treinta minutos y nada. Alguien que está en casa de visita me insinúa que hable con el alcalde. Le contesto que no contaba con él por considerarlo más cerca de los calabozos de Arkaute que de Bizkai Kalea, la calle donde vivo. Me dice que, en estas situaciones, hay que hablar hasta con el diablo. Me convence y bajo, en mala hora, a los mismísimos infiernos. Toda, absolutamente toda la información que me da, resulta mentira, peligrosa mentira:
­Andoni estaba bien, recibiendo un buen trato y sin pisar el hospital salvo la vez de rutina. Palabras textuales: «Koldo, no debes hacer caso de bulos...».
­A Andoni, y esto me lo dijo dos veces consecutivas, le trasladaban el domingo. Yo sabía por los abogados que le trasladaban el sábado, como así fue.
­La operación estaba cerrada para Galdakao. Nadie tenía nada que temer.
Mi hijo visitó tres veces el hospital y, a los pocos días, otros tres chavales del pueblo fueron detenidos por la Ertzaintza. Los aitas de otro detenido del pueblo concertaron una cita con el alcalde, me invitaron y me negué en redondo. Me da lo mismo que le engañaran a él o que él me engañara a mí. Son almejas de la misma paella. El o a través de él, alguien había añadido más dolor a nuestro dolor. Todavía sigo esperando que me pida perdón o que denuncie públicamente a sus informadores o que llene los portales, como hace con otras violencias, con la denuncia de las torturas de sus vecinos. Sé que no lo va a hacer, porque si lo hace su culo se queda sin asiento, se queda sin poltrona. Es un problema de elección entre dignidad y seguridad en la comodidad. Allá él.
Mientras esto sucedía, las muestras de solidaridad «para cualquier cosa que queráis» seguían multiplicándose, las misivas a Valdemoro seguían incesantes. Un recuerdo especial a todos, unos quince, los que nos acompañasteis a Madrid el día de la entrega. Sin vosotros habría sido insoportable.
No debo ni quiero ni puedo pasar por alto el olvido a que nos ha sometido el IMD de Galdakao y la Federación Vizcaina de Pelota. El que suscribe lleva 17 años donando su tiempo libre a este deporte en el pueblo, el chaval es pelotari federado desde hace un montón de años, y ni una palabra aunque sea de repulsa. Nos han juzgado, ya. Y han decidido condenarnos. A ambos. Allá ellos, también.
Lo más sangrante probablemente de todo ha sido, sin embargo, esa sucesión de declaraciones escalonadas y coincidentes que, durante estos días, se han ido produciendo sospechosamente en defensa de los chicos que torturan. Así, repasando hemeroteca, el EBB, tras la detención televisada de mi hijo, se queja amargamente de TVE «por omitir cualquier información sobre la importante operación de la Ertzaintza, disponiendo de imágenes y documentación». ¿Esto qué es? ¿Un pulso para ver cuál de las policías da más fuerte? Luego Balza, en su turno, se congratula de que no sé qué organismo europeo no le incluye entre los tortu- radores del Estado español. ¿De verdad que le excluía? ¿Cómo lo sabe? Acto seguido, el señor Imaz ­cada vez tiene más parecido con el señor Iturgaiz­ hincha pecho y nos suelta que «la sociedad vasca erradicará la violencia de este país». ¿Te refieres a la que habéis usado con mi hijo, Josu Jon? No podía faltar en el coro de voces la del jefe señor Arzalluz recordándonos que la denuncia de la tortura no es más que una consigna de los detenidos. ¿Te atreverías a decírmelo a la cara o decírselo a mi hijo, Xabier? El colofón lo puso Juan José Ibarretxe durante el acto de entrega de diplomas a 184 nuevos y democráticos ertzainas. Entresaco dos perlas: «Ahora más que nunca no tiene sentido la violencia, porque es perfectamente posible debatir sobre las ideas y respetar las de los demás» (¿te refieres a la empleada contra mi hijo por alguno que probablemente te estaba escuchando, Juan José?) y «la Ertzaintza se caracteriza por su trabajo a favor de todos los derechos fundamentales». Sin comentarios, Lehendakari.
Todo esto me lo habéis ido pasando por el morro inmediatamente después de detener, esposar, torturar y entregar a mi hijo.
Aire fresco me llegó desde tierras navarras, desde mi pueblo. También me han llamado, también me vinieron a ver, también se manifestaron en solidaridad. Pero tampoco allí me faltó el aire fétido, señor Urbiola. Yo pinté paredes en Bizkaia, pidiendo tu libertad. Tu aita Modesto, condenado a muerte, estoy seguro que ya me habría llamado preocupándose por nosotros, si viviera. Tú no lo has hecho, José Antonio. Tu silencio, lo siento, lo interpreto como aprobatorio de este infierno que ha pasado Andoni y estamos pasando nosotros. Lo entiendo. ¿Tampoco te dejan moverte en la foto?



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