13.11.04

Valdemoro, Guantánamo

Lutxi Mintegi - En nombre de los padres y madres de jóvenes vascos encarcelados *
26/05/03

Los mismos kilómetros de siempre, la misma carretera, los trigales castellanos algo más verdes debido a las últimas lluvias, los mismos coches volcados en el arcén, vestigios de nieve de primavera recién caída en las estribaciones de la sierra, amapolas por doquier. Sin embargo, este último viaje a la cárcel, esta última visita a nuestros chavales presos estuvo impregnada de temores y rodeada de incertidumbres. Estábamos en la creencia de que con su detención, tortura y encarcelamiento la bestia se daba por satisfecha, pero nos equivocábamos. Las prisiones, vulnerando sus propios preceptos, habían dado inicio a una escalada de terror, ensañándose ¡y de qué forma! con los indefensos presos políticos vascos. Las noticias que nos iban llegando no podían ser peores ni más estremecedoras.
Algunos de nuestros hijos habían apostado por su dignidad y, para salvaguardarla, habían tomado la determinación de no alimentarse ni sólida ni líquidamente, para expresar así su repulsa por las arbitrariedades de los directores funcionarios. La prisión estaba violando impunemente su propia normativa y los cha- vales, tras intentar un diálogo inútil, decidieron empuñar las únicas armas que poseen: su salud y su vida. Un pulso desigual y, sin embargo, tan real como cruel e inhumano. La muerte reciente en carretera de los familiares, madre y hermano, de un preso dispersado y el régimen de aislamiento injusta, ilegal e indiscriminadamente aplicado a varios de ellos, colmaba el vaso de iniquidades a las que se están viendo sometidos de forma continua por el odio caprichoso de los responsables de los distintos centros penitenciarios.
Durante el camino, nos hicimos una y mil preguntas. ¿Cuál es el objetivo que persigue este recrudecimiento obsesivo de las condiciones carcelarias? ¿No resulta suficiente el régimen ordinario, ni siquiera les basta el régimen cerrado que tienen que echar mano, contraviniendo como decimos su propia normativa, de los módulos de aislamiento? ¿Qué finalidad tienen las restricciones casi totales al desarrollo de la persona, las palizas de diez contra uno, la soledad infinita a que son sometidos, la perpetuación sine die de los castigos? Con estos y otros pensamientos, tras el cacheo, se nos fueron abriendo las puertas de rejas correderas. ¿Cómo encontraríamos a los chavales? ¿Cómo puede pasar entre animales racionales lo que es del todo impensable entre los irracionales? ¿Por qué los directores de prisión daban la espalda a la reivindicación pacífica de sus derechos por parte de los chavales?
Allí estaban, esperando nuestro calor. Al límite en lo físico, tras casi tres semanas de ayuno, pero sobrados en lo psíquico. Sin quitar la sonrisa de su boca, muy limpios los ojos, delgados, muy delgados, con una tremenda dignidad, con fuerzas suficientes incluso para levantar la moral de sus progenitores. Todavía sin juicio, orgullosos de su único delito, su generosidad, su solidaridad. Les invitamos a deponer su actitud porque, con esas cualidades, los necesitamos sanos mejor que enfermos, vivos mejor que muertos. Les prometimos retomar en la calle el testigo de su lucha. Hasta tuvimos la oportunidad de hablar con el director de una de las cárceles: «­Si comienzan a ingerir alimentos ¿los sacará de las galerías de aislamiento? ­No».
Una vez fuera de los muros alambrados, no pudimos evitar, mirando al norte, hacernos otra clase de preguntas. ¿A qué se debe, señores del tripartito, tanta boca cerrada por vuestra parte ante hechos tan inhumanos? ¿A qué se debe el silencio sistemático que habéis impuesto a los medios de comunicación que de vosotros dependen? ¿Pensáis acaso que lo que no se publica, que lo que no se dice, no existe? Todo el mundo sabe los chavales que os llevasteis, porque recordad que de casa los sacasteis vosotros y nadie más que vosotros, pero no sabemos los chavales que nos vais a devolver. Al parecer a vosotros tampoco os importa, porque seguís haciéndonos mucho daño, muchísimo. Esta vez con pluma de diputada. En GARA, único periódico que abre las puertas a todos, escribía la diputada por EA en el Congreso, el pasado 9 de mayo, un artículo que da arcadas. La diputada del partido que solicitó de la Audiencia la prórroga de la incomunicación de nuestros chavales para seguir torturándolos hasta la extenuación en sus dependencias, se atreve a escribir, entre otras cosas, que llevan quince años luchando para modificar y derogar los artículos que sustentan la incomunicación, se atreve a decir textualmente que «las denuncias de tortura (por supuesto, las españolas) no pueden necesariamente atribuirse siempre a una estrategia de los detenidos para minar la autoridad moral de la autoridad», se atreve a decir que la Administración (por supuesto la española ), no investiga las denuncias de tortura, se atreve a felicitarse una vez más por el protocolo-trampa de Balza, se atreve a decir que el PSOE, el del pacto con la bestia, aunque votó en contra de su Proposición de Ley, «también entendió la necesidad de modificar el régimen de incomunicación». ¿Atrevida, cínica o tonta, señora diputada? ¡Cómo se nota que ninguno de ustedes ha pasado cinco días con sus noches en los calabozos de Arkaute, a manos de babosos encapuchados! ¿Creéis acaso que la búsqueda del voto de algún despistado que todavía da credibilidad a vuestras patrañas justifica todo el inenarrable daño que nos añadís diariamente con vuestras actuaciones y declaraciones, señora diputada? Si es así...
*Lutxi Mintegi escribe en nombre de los padres y madres de Andoni Beroiz, Jon Crespo, Xabier Arriluzea, Iker Lima, Gorka Lupiañez y Zunbeltz Larrea

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