13.11.04

Malditos, uno a uno, todos

Luis Beroiz - Licenciado en Ciencias Económicas y Derecho
15/06/03

Aita, nos hemos podido matar todos... He salido un momento al balcón a sosegarme con el silencio de la noche. Ni una estrella, después de tantas noches con ellas. Las que sí han comenzado su croar han sido las ranas. De vez en cuando pasa un coche. Con intervalos más largos, los camiones. Aún me dura el susto, pues, a la velocidad que íbamos, hemos dado unas cuantas vueltas de campana...
Una noche como ésta fue, también, aquella en la que empezó todo. Me acuerdo de cuándo te llevaron y de quiénes te llevaron. Los tuvimos embozados en esta misma habitación en la que escribo con urgencia. Por eso, mi primera maldición de esta noche, dicha con toda mi ternura, para todos los cipayos, oficio éste abyecto donde los haya.
Las vueltas de campana han sido a pocos kilómetros de la prisión, al volver de la Audiencia, de realizar unas diligencias...
Diligencias. Diligencias sobre imputaciones cuya única prueba es la inculpación conseguida, bajo tortura, a alguno de los detenidos en los calabozos de Arkaute, según rezan los autos a los que he tenido acceso. Por eso, malditos seáis, dicho esta vez sin ternura, todos los que la habéis propiciado, ordenado y hasta negado, desde el zafio consejero de Interior hasta el mismísimo lehendakari, sin menospreciar al resto de consejeras y consejeros, ángeles de nuestra guarda todos ellos. ¿Os prestaríais a hacer un spot con los nombres de todos los torturados bajo vuestro mandato, grabados en vuestra frente?
Con las manos esposadas atrás, comencé a pegar con la cabeza en todos los hierros y en todas las esquinas. Todo daba vueltas. Vi la muerte justo ahí al lado...
Salgo de nuevo al balcón buscando la calma que da la noche. Las flores de los seis maceteros, variadas, duermen con los ojos entornados. Arriba, justo enfrente, en la loma de Elexalde, la silueta de la iglesia de Andra Mari empequeñecida por el búnker del baranda, el viejo déspota, Don Xabier Arzalluz. También tú seas maldito por el abandono que, desde tu alta responsabilidad, has hecho de este pueblo y de sus hijos, para tu particular beneficio y el de los tuyos. Por cierto, ¿dónde tienes metido a mi amigo el burukide que ni se le ve ni se le ha visto en toda la campaña? En la loma, la neblina se hace más espesa. Señal inequívoca de que mañana lucirá el sol.
Yo les gritaba que me sacaran, que me estaba yendo, pero tardaron. Encima se molestaron y llamándome hijo de todo me decían que la culpa había sido mía...
Claro. Si no hubiesen tenido que llevarte, no hubiese habido accidente. Os lo digo sin ternura, malditos seáis todos los que, para ganaros la soldada, habéis elegido portar de por vida un arma mortífera en la faltriquera.
A uno de los guardias lo han tenido que evacuar en helicóptero, al parecer muy grave. A mí, en otro celular, me han llevado derecho a la cárcel. Una radiografía y unos calmantes. Sé que no voy a poder dormir. ¡Si al menos me hubiesen esposado por delante, habría podido escudarme con las manos! Yo quiero que me miren bien la cabeza, que me la miren por dentro, porque siento que ahí puedo tener algo, que me lleven a un hospital, es lo único que les estoy pidiendo...
¿Dormirán los pájaros en los pinos negros o estará turbando su sueño el ronquido de las ranas? Está refrescando algo. Me meto dentro, ya calmado, para maldecir este sistema carcelario y a todos los políticos que lo sustentan. Malditos seáis todos los que legisláis hasta que se pudran, malditos los que juzgáis aunque se pudran, malditos los galenos que permanecéis impasibles viendo que se pudren.
Aita. Haced fuera lo que sea para que todo el mundo sepa lo que está ocurriendo dentro. La forma en que nos trasladan, la velocidad, esposados atrás, sin cinturón de seguridad...
Por la hora, los periódicos estarán todavía con olor a tinta. Malditos los que, con vuestro silencio, permitís que estas cosas sigan sucediendo. Malditos todos los medios que las calláis. Malditos todos los que babeáis la palabra democracia mientras soslayáis éstas y otras noticias.
Bueno, zu lasai, aita. Burdinezkoak garelako...
Siento subir el aroma de la hierbabuena y de la hierbaluisa. Son las primeras en desperezarse ante la inminente llegada de la luz del sol. Como veis, tampoco yo he podido dormir pensando en todos vosotros. Desde el que te esposó en los vestuarios del frontón hasta el conductor del furgón, maldita sea la cadena de figurantes que está llenando de terror nuestras vidas. Te castigaron cinco días de aislamiento por nada, seguido hiciste siete días de huelga de hambre por solidaridad y, ahora, esto. Y todo en un mes. Y todo sin juicio. Y todo con una impunidad que ni Videla.
Ya ves, burukide. Te he repetido hasta la saciedad que sé el hijo que me llevasteis pero que no sabía el que me ibais a devolver. Ahora hasta pienso que podéis no devolvérmelo, visto lo que he visto. Si pudiera reunir un día en un punto todos los eslabones de esta letal cadena, ¿os extrañaría que me adosara un explosivo al cuerpo y lo hiciera estallar en vuestras narices? Y, si lo hiciera, que ni se me ocurre por higiene, ¿me llamaríais terrorista, malditos terroristas? -

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