Nuestro hijo es Dios
Luis Beroiz - Licenciado en Ciencias Económicas y Derecho
2005-02-26
Que de lo hasta ahora actuado se aprecia que: los imputados Andoni Beroiz Zubizarreta... (siguen otros 11 nombres) provistos de capucha para no ser reconocidos y con guantes de látex a fin de no dejar rastro de su participación, puestos de consuno, sobre las 1,45 horas del día 1 de Enero del año 2000 lanzaron unos 54 cókteles molotov contra el cuartel de la Guardia Civil de Galdakao (Vizcaya) ubicado en la avenida...».
Como única prueba, ésta... «según las declaraciones de (aquí los nombres de tres de los detenidos) que, a presencia policial y judicial, indicaron la identidad de los copartícipes»...
Para cuando este impoluto y níveo auto, de léxico rancio y de intenciones siniestro, fechado el 25 de marzo del 2003, llegó a nuestras manos, ya nuestro hijo nos había advertido, tras las diligencias previas, de que en esa fecha, precisamente en ésa, le sonaba como que era de todo punto imposible su presencia ni física ni metafísica en la avenida de la localidad donde se ubica y sigue ubicando el citado cuartel: «Aita, ese día que dicen que yo estaba lanzando molotovs, entérate bien, investiga, porque me parece que fue el día en que Jokin y yo...».
Nos da la pista y empezamos a trabajarla, sin hacer concesiones a la demora, pues, de confirmarse lo que el chaval nos dice, el canallesco castillo construido en los calabozos de Arkaute se venía estrepitosamente abajo. Nos pusimos, de inmediato, en contacto con Jokin, el conductor del coche accidentado, y nos lo confirma. Pero no basta. Todos sabemos que el testimonio de un amigo nunca es suficiente, no tiene valor para estos desaprensivos. Contactamos con el seguro del vehículo siniestrado y, efectivamente, nos confirman que se había levantado atestado del accidente. Nos facilitan el número de referencia: es el 141M0000001. Nos lo envían y, en él, los ertzainas números 02150 y 01662 escriben, certifican y atestiguan con su nombre y apellidos lo que van ustedes a leer a continuación. «Asunto: Carretera N 622 Vitoria-Bilbao (Por A 68). Término de Zuia. Accidente de tráfico; vehículo NA 7300 AF; Opel Astra. Fecha: 01-01-2000. Hora: 01:45. Día: sábado. NIF Ocupante: 29036777J BEROIZ ZUBIZARRETA ANDONI. Ocupando parte delantera derecha, utilizando cinturón y resultando ileso».
Una mezcla de alegría y de asco, de fortaleza y de impotencia hizo que nuestras carnes se pusieran de gallina. Nuestro hijo era dios. Gracias a la Ertzaintza, ese cuerpo cuya misión es velar por todos nosotros, nuestro hijo poseía el don de la ubicuidad. Nuestro hijo, el mismo día ¡y a la misma hora!, estaba en Zuia (Araba) y en Galdakao (Bizkaia). En Zuia, intentando salir del coche, con los genitales junto a la nuez debido al susto y en Galdakao, lanzando petardos a las dependencias de la Benemérita. Las pruebas del accidente, en los archivos de Interior del Gobierno de Lakua, desde la noche del suceso. Las pruebas del ataque cuartelero, dos años más tarde, tras amistoso interrogatorio a tres de sus amigos, en los mismos archivos de Interior de Lakua. Nuestro hijo, a la vez, en Zuia y en Galdakao a la una cuarenta y cinco del uno del uno del dos mil. Jamás un accidente y su posterior factura nos habían alegrado tanto.
Cuando le comunicamos a Andoni la evidencia del atestado, sólo nos pidió una cosa: que esta prueba se utilizara en beneficio de todos y nunca en beneficio exclusivo suyo, muy especialmente en beneficio de sus tres amigos que le inculparon. Y así lo hemos cumplido, silenciando su existencia, incluso a sus familias, hasta la llegada del juicio por el que el fiscal solicitó, ni uno más ni uno menos, 22 años para cada uno de los doce imputados.
No es éste el momento de maldeciros de nuevo, burukides, cosa que ya hice con anterioridad, incluso antes de conocer estos datos. Volveré, uno a uno, con vosotros, Xabier, Juan José, Javier, Josu Jon, Javi, Joseba. Ahora, me gustaría dirigirme a los muchísimos amigos míos y de nuestros hijos, que, desconocedores probablemente de vuestra calaña e incrédulos ante lo que están leyendo, os han y os siguen manteniendo, gracias a sus votos, en el poder. A vosotros, electores de estos desalmados y por ello corresponsales de estas atrocidades, os pregunto, ¿por qué creéis que tres de sus mejores amigos, nada menos que tres y por separado, confesaron que nuestro hijo estaba donde era de todo punto imposible que pudiera estar? ¿Por qué creéis que sus madres no los reconocieron, ni física ni anímicamente, cuando pudieron verlos un instante, en la Audiencia, recién salidos de los calabozos de Arkaute? ¿Pensáis ahora que nuestras denuncias de tortura, que mantenemos y que debieran abandonar su archivo, se deben a consignas que otros nos han dado? ¿Os cuesta mucho aceptar que incluso los que se autoinculparon pudieron con toda seguridad no estar allí donde, policial y judicialmente, dijeron que estaban? Mi más cálido abrazo a los tres, porque sólo ellos saben lo que pasaron en vuestros nauseabundos calabozos. Y si fueron obligados a firmar mentira en esta acción, ¿pensáis que dijeron verdad en las otras por las que han sido condenados? ¿En qué madriguera se esconderán ahora los jueces que nos han regalado, sin pruebas, sólo con inculpaciones, más de treinta años de cárcel? Pensad por un momento que todo esto le hubiese acaecido a tu hijo o a tu hija ¿no os darían así como ganas de coger el trabuco y tomaros la justicia por vuestra mano?...
«Aita, todo ha sido un montaje. No sabían ni por donde les daba el aire...». Fue lo primero que nos dijo el chaval, y así lo escribí, cuando pudimos por primera vez verle en la cárcel, a través de sus grasientos cristales. Porque, en toda esta historia, la única verdad que se ha oído en los juicios han sido las declaraciones de inocencia de los detenidos. ¿Alguien piensa que todas las fuerzas que nos quedan no van a estar destinadas a llevar al banquillo a toda la larga cadena de indeseables que han propiciado estas y otras injusticias? ¿Alguien piensa que vamos a permitir que se cumplan estas prevaricadoras condenas? Y los medios de comunicación locales ¿publicarán este sencillo testimonio, sobre todo aquellos que tanto magnificaron las detenciones, que tanto aplaudieron, en su momento, la eficacia policial? ¿Existe, acaso, en estos momentos, noticia más importante, pacificadora y ejemplarizante que ofrecer a este sufrido pueblo? ¿Habéis pensado cómo van a salir, porque van a salir, nuestros hijos después de tanto tiempo y después de tantas humillaciones, aislamientos, traslados, dispersión, prohibición de estudios y accidentes de tráfico con resultado de muerte? ¿Están siendo o no están siendo, estamos siendo o no estamos siendo víctimas de terrorismo? Y vosotros ¿vais a seguir votando a consejeros que han alimentado, amparado y justificado estas repelentes acciones con sus calculadas y nunca solicitadas actuaciones y declaraciones? No os pido que abandonéis el partido, eso nunca, sino que lo purguéis de canallas.
Probablemente, burukides, os podremos perdonar un día el desgarro que habéis producido en nuestras vidas, pero ya nunca jamás os vamos a poder olvidar. No os voy a dar descanso hasta que no reparéis todo el daño que nos habéis ocasionado. Nuestros hijos son inocentes: os lo he demostrado. Habéis torturado salvajemente a nuestros hijos: os lo he demostrado. Todos, uno a uno, sois artífices del dolor que impregna Euskal Herria. No tengo otra cosa que hacer en esta vida que denunciarlo e intentar evitarlo. Por el bien de una sociedad, la vasca, mucho mejor sin que con vosotros. -
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