28.12.04

Postdata

2004-12-28

Tenía que pasar y pasó, Koki. Entraba dentro de las estadísticas que nos tenéis reservadas, desde hace demasiado tiempo. En mis confidencias del otro día, te decía que no sabía si quien acechaba sería la niebla, la nieve, el hielo o la luna llena. Ahora ya lo sabes. Fue la nieve la que, adelantándose a los pronósticos, nos esperó agazapada, tras el paso del último túnel en Pancorbo. Al servicio de quitanieves, autovía de pago, también le debió coger de sorpresa, pues, cuando aparecieron con su sal y con su pala, era demasiado tarde. Ya nos habían dado, primero por detrás y acto seguido por delante, dejándonos el coche inutilizado para proseguir viaje. Fueron escasos cinco segundos durante los que cruzaron vertiginosos por mi iris los semblantes de un montón de personajillos, incluidos significados burukides, culpables todos ellos de que yo estuviera en el lugar y en el momento menos deseado.

Pero no es mi intención hablarte del accidente cuyos pormenores puedes solicitar a tu cuerpo armado que levantó atestado del mismo. Tenía que pasar y pasó, Koki. Hasta los elementos están de vuestro lado y, ante eso, poco o nada podemos. No hay que darle más vueltas. Lo que sí nos hizo llorar amargamente fue otro incidente y de ese te quiero hablar. Cuando el taxista nos trajo de vuelta a Galdakao, llamamos a la cárcel rogando humildemente que transmitieran a nuestro hijo la imposibilidad de ir a verle, a consecuencia del temporal. Se nos contestó que no estaban para dar recados ni mensajes. Fue éste el momento de más dolor del día, conociendo como conocemos cómo vuela el pensamiento, cuando un preso no recibe su visita, sobre todo en días de riesgo. Cuando, por fin, más tarde, nos llamó por teléfono, sólo dio tiempo para decirle que estábamos en casa, sin poder darle más explicaciones pues nos cortaron la llamada, ni cinco segundos le dejaron hablar con nosotros. Esto ha sido lo peor. Hoy se enterará por los periódicos de lo sucedido.

Tras el accidente, me embarga un doble sentimiento que quiero compartir contigo. Por un lado, la enorme alegría que supone no haber provocado tu remordimiento, al ser leve el suceso, y por otro, un sentimiento de tristeza porque, esta vez, no os hayan resultado tan eficaces como pretendíais vuestras medidas de dispersión, al haber salido, tanto mi señora como yo, ilesos del accidente. Una pena, también, que sigamos sin poderle pasar al chaval nuestra foto vestidos de aldeanos.

No es mi estilo, pero si no lo suelto, reviento. Vosotros los demócratas sois boñiga en estado puro, inservibles para abono. Sois basura no reciclable. Es lo más dulce que he encontrado en el “Espasa”, Koki. A pesar de todo, un deseo sincero de un futuro mejor para todos. Más cuerdo, más sensato, más justo. Saludos a tu esposa, de nuestra parte.

Luis Beroiz - Galdakao

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