La solución al conflicto
Luis Beroiz - Licenciado en Ciencias Económicas y Derecho
2004-10-01
Aupa tú, burukide! ¿Qué tal las vacaciones? ¿Playa o monte? ¿Al sol o a la sombra?. ¿En Euskadi o en Euskal Herria? Tú sí que sabes. Mi verano, ¿qué quieres que te diga? ha transcurrido de acuerdo con el programa que un día, hace ya demasiados años, esbozasteis para todos nosotros. Aquellos desvelos vuestros de antaño me han permitido sumergirme hogaño en ese mar inmenso de tierra ocre que son las campiñas zamorana y salmantina. Un mar sin peces, cierto, pero con bandadas de codornices en su seno, escurridizas como aquellos. En sus aguas de asfalto, bandadas de conductores, a ver quién llega antes, a ver quién es más ocurrente en la creación de peligro, a ver quién es más listo. Para colmo, bandadas, también este año, de autos destrozados en las cunetas. Una gozada, burukide, estos viajes que los familiares de presos nunca os vamos a agradecer lo suficiente. Y siempre, siempre, un recuerdo para ti, sin poder evitarlo, a mi paso muy cerca de los sótanos de Arkaute, siniestros a la mano izquierda, según se va.
No es hoy mi intención hablarte ni de mis ni de tus vacaciones, agua pasada. Hoy quiero hablarte de dos damas que, coincidencia, han irrumpido en escena con idéntica solución del conflicto en sus labios. Me niego a aceptar, burukide, que el criterio de estas mujeres sea suyo, que sea de ellas el veneno que destilan sus declaraciones. Me inclino por que estén siendo utilizadas por quienes realmente mandáis en vuestros respectivos colectivos, debido más que probablemente a su condición de mujeres y, lo que sería peor, a su condición de víctima, en el caso de Maixabel. No encuentro otra explicación a la coincidencia en la ilusa solución que ambas damas nos ofrecen a los familiares para erradicar el conflicto.
Nos dice Mercedes, la Gallizo, que se ve impelida a seguir haciéndonos sufrir por presuntas razones tácticas y que no hay más remedio que seguir poniendo en peligro nuestras vidas, por motivos estratégicos. Intenta esta señora que los lazos con nuestros hijos se rompan así en mil pedazos y que les culpemos, repudiándolos, de todas nuestras desgracias sobrevenidas. Esa es, y no otra, la sutil solución que nos propone. Y lo intenta, como ha sido habitual en su partido, ciscándose en su propia legislación vigente, en la ética, en el sentido común y en la justicia. Ellos, precisamente ellos, que tienen repleto su zurrón de soluciones asesinas aplicadas infructuosamente con asiduidad y anterioridad y contra las que luchan, han luchado y lucharán, siempre con nuestro aliento, nuestros hijos, porque, tenéis que saberlo, no han aprendido otra cosa de nosotros. Ellos, precisamente ellos que no han podido, tras mil repugnantes intentos, acabar con la dignidad de nuestros chavales, lo intentan, ahora, a través nuestro, de sus padres, de sus madres, a través de nuestra claudicación. ¿Nos estarán viendo, acaso, más fáciles, más débiles, más sobornables a nosotros que a ellos? Ingenuos...
Maixabel, desde su puesto institucional y como «paso definitivo para la resolución del conflicto», nos ruega que aceptemos, reconozcamos y proclamemos lo errados, lo equivocados que estamos tanto nosotros como nuestros hijos. Que hagamos acto de contrición y propósito de enmienda, que reneguemos de ellos, en una palabra. Yo, burukide, le tengo un grandísimo respeto a esta señora que no conozco pero que intuyo, por lo que leo, que es una víctima más de esta guerra, que lleváis años interesada e intencionadamente perpetuando. Evidentemente, ella no sabe lo que dice ni sabe por qué dice lo que dice. Tú sí, pero no se lo has explicado, se lo has ocultado.
Y, si no, contéstame a estas pocas preguntas. ¿Por qué estas señoras, en puestos tan cruciales, no están informadas de que habéis sido incapaces, en ninguno de los juicios habidos hasta ahora, de aportar ninguna prueba contra nuestros chavales, juicios en los que las peticiones son de más de cien años para cada uno de ellos? ¿Nos pedirían, si lo supieran, que les echemos en cara el no haber dejado evidencias de su autoría en acciones que, si hacemos caso a las coartadas que han supuesto la absolución de la mayoría de ellos, ni siquiera han cometido? ¿Por qué no están informadas estas señoras de las torturas a las que se vieron sometidos por parte de vuestra Ertzaintza? ¿Nos estáis pidiendo acaso que reprochemos a nuestros hijos el haberlas padecido, el haberlas denunciado, aunque esto último haya sido en vano? ¿Nos estáis pidiendo que culpemos a nuestro hijo por la muerte del guardia civil que conducía el furgón donde, con las manos ilegalmente esposadas a la espalda, dio un montón de milagrosas vueltas de campana, a la vuelta de unas diligencias en la Audiencia? Pudo venir en traje de madera. ¿Por qué no les habéis contado a estas señoras el dantesco paseo que, días más tarde, le dieron por las calles de Madrid, esos mismos guardias civiles, tras los atentados del 11-M? Pudo ser linchado. ¿Le culparemos al chaval de la neumonía carcelaria que provocó su, en mala hora, viaje al hospital? Por lo que veo, estas señoras tampoco saben las contradicciones contenidas en unas sentencias esperpénticas que nos abocan, de por vida, a prescindir de la presencia en casa de unos hijos inocentes, entrañables. No añado otro sinfín de infamias que, dicho sea de paso, ya han narrado con enorme dignidad otros colegas familiares, en estas mismas páginas. ¿Se puede saber qué queréis que reprochemos, qué queréis que condenemos, qué queréis que reprobemos, burukide?
A pesar de lo gravísimas que son vuestras declaraciones e insinuaciones, no ha sido mi intención, como habéis podido comprobar, cargar las tintas en vosotras, Mercedes y Maixabel. Como le dije un día al Ararteko, más bien creo que son deslices de principiante o peaje exigido por los emolumentos del puesto. Sinceramente pienso que no sois más que un eslabón electoral e involuntario de este engranaje macabro que han puesto en marcha los partidos. Porque no me cabe en la cabeza, y la tengo grande, que una mujer albergue en su corazón de madre la esperanza de que otras mujeres madres puedan abandonar a sus hijos, renegando de ellos y de sus actos. Ni siquiera la condición de víctimas nos da a nadie credenciales para devenir en verdugos. ¡Abandonarles nosotros que diariamente sentimos el calor de las adhesiones, de las muestras de cariño, de la solidaridad que nos ofrecen, tanto a nuestros hijos como a nosotros, cientos de gentes de todas las sensibilidades, hartas de tanto político corrupto, tanto charlatán, tanto caradura! ¿A quién se le ocurre?
Estas declaraciones que habéis puesto en labios de estas dos mujeres, ni tú, Almunia, mi lejano Koki, ni tú, burukide, cerebro en la sombra, tenéis redaños para hacérnoslas a los familiares, mirándonos a la cara. Vuestros partidos, el autodenominado nacionalista vasco y el autotitulado socialista obrero, desde el momento en que dejasteis de servir a esta nación para serviros de ella, en un caso, y desde el momento que no os importa empobrecer esta sociedad que os ve asombrada medrar a su costa, en el otro, hace ya tiempo que dejaron de tener diferencias de fondo, a pesar de vuestro esfuerzo en disimularlo aparentando diferencias de forma. Desde que ambos hicisteis dejación de los presupuestos esenciales con los que fueron creados por sus fundadores, los dos sois la misma pestilente cosa. Ni nacionalistas ni socialistas. Sólo oportunistas.
Y dentro de unos días, otra vez a la Audiencia. A primeros de noviembre, para asistir al juicio estrella. 22 años para cada uno de los 13 imputados. Pero de esto charlaremos otro día. Hasta entonces.
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