Bienvenido, Ararteko
Luis Beroiz - Licenciado en Ciencias Económicas y Derecho
22/07/04
Lo primero que has hecho, nada más ocupar el puesto y antes de jurar el cargo, ha sido lavarte las manos, subirte al carro de Pilatos. Sin que ninguno de los implicados te hayamos pedido tu opinión, has sido tú el que te has adelantado y nos has advertido o nos has querido dejar muy claro que sólo denunciarás la tortura cuando tengas pruebas, a sabiendas de que, mientras no desaparezca la incomunicación, torturas sí que las va a haber pero pruebas, lo que se dice pruebas que te convenzan, ninguna. Con tus palabras, te has unido al coro de consejeros, portavoces, directores y de un largo etcétera, consciente de que tus declaraciones, igual que las de ellos, acrecientan la impunidad de los que por oficio han elegido ser torturadores, forenses o fiscales. Hasta mi balcón llegan las carcajadas de los empleados de los calabozos de Arkaute. Lo has querido enmendar, más tarde, prometiendo imparcialidad e independencia, insistes en abogar por todos los derechos de todos los ciudadanos, pero a mí tu voz, al menos en este tema, me ha sonado a la voz de tu amo, ojalá me equivoque, metálica. Te diré que, cuando habláis de pruebas, nos confundís a todos. Resulta que los jueces nos están condenando a penas espeluznantes sin necesidad de que la Ertzantza les aporte prueba alguna de sus acusaciones y, ahora, vienes tú y nos exiges unas pruebas que sabes imposibles, para osar investigar a esa misma Ertzantza, que sabes que tortura. Tú y todos lo sabemos, nadie lo duda a estas alturas. Y seguirán torturando hasta que no los expongamos enjaulados, a ellos y a sus mandos, en la plaza mayor de los pueblos. Torturarán mientras les permitamos seguir ejerciendo su oficio, a ellos y a los que les necesitan. Lo que nos has venido a decir es que jamás creerás en la palabra de nuestros hijos salvo que te lleven un ojo en la mano, entre los dientes una oreja o un testículo colgando de la otra.
Nuestros hijos no se han inventado ni la postura del hombre araña ni la postura de gozar. Nuestros hijos han sufrido tocamientos, golpes, interminables horas de insomnio, vejaciones verbales, sexuales y hasta espirituales. No fueron personas en Arkaute. Además, nuestros chavales reconocerían, entre millones, a los torturadores que actuaron a cara descubierta, pero no se les ha dado esa oportunidad, ¿Se la vas a dar tú? Podría hablarte de la envenenada felicitación navideña que mi chaval recibió en la cárcel de uno de sus torturadores, el que se hacía pasar por bueno. Te podría presentar a los guardias que, con él esposado ilegalmente por detrás en un traslado, dieron varias vueltas de campana, con resultado de muerte para uno de ellos. Y del paseo que, tras la matanza de los trenes, le dieron por la capital del reino esos mismos guardias. Nuestros chavales podrían, también, hablarte de sus aislamientos, de su dispersión, de su alejamiento ¡de tantas cosas podrían hablarte nuestros chavales! ¿Y qué me dices de esos inculpados que en el juicio demostraron con pruebas contundentes que no podían estar allí donde sus inculpadores, amigos, dijeron que sí estaban, y que, lógicamente, fueron absueltos? ¿No se te ha ocurrido pensar en el único motivo posible por el que un amigo no tiene más remedio que acusar falsamente a otro amigo? ¿Necesitas más pruebas? A Instituciones más prestigiosas que la que has comenzado a gestionar, les han bastado éstas. ¿Seguirás sentado esperando a que te traigan en bandeja el ojo, la oreja, la uña o un huevo del torturado?
En ese carro donde has montado, me supongo que te habrás dado de bruces con el Director de Derechos Humanos de Lakua. Ahí anda el hombre atareado en «colaborar en todo lo que esté en su mano con el objetivo fundamental de plantear la revisión del proceso de Paco Larrañaga, joven de ascendencia vasca en el pasillo de la muerte, en Filipinas»; atareado en dar el callo «para que se le admita el derecho a un juicio justo». Muy loable su gesto, no voy a negarlo. Ni es momento éste de contarte las razones por las que este señor declinó a última hora la invitación que le hizo EiTB para hablar sobre torturas autonómicas, desvirtuando con su ausencia un debate que pudo ser clarificador. Ni las razones que tuvo, que las tuvo, para denegarnos la limosna que tenemos asignada para paliar los gastos que nos supone la dispersión, antaño bendecida y hoy consentida por ellos mismos, ni las que tuvo para hacer las declaraciones que hizo en la última concentración de Gesto, a la que sí asistió. Sólo quiero que prestes atención al contraste que supone su esfuerzo en favor del joven filipino y su inhibición en los juicios de nuestros jóvenes, en los que se están pidiendo penas que sobrepasan los cien años para cada uno de los tan falsamente acusados como salvajemente torturados. La diferencia no está en las condenas, las dos igual de terribles, sino en que allí no pero aquí sí sabemos quienes han sido, precisamente él y los suyos, los que han abocado a nuestros hijos a esta injusticia que estamos padeciendo. ¿Tan lejos hay que ir para denunciar sentencias demenciales?
Entiendo que a todos, pero sobre todo a los nuevos cargos, hay que juzgarles por sus hechos y yo lo estoy haciendo por tus declaraciones, que confío sólo sean un desliz de principiante, aunque debes saber que hacen mucho daño. Por eso y para que sepas que mi intención es amigable, te voy a quitar trabajo retirando una queja que envié hace tiempo a la Institución que gestionas y que, seguramente, te la encontrarás encima de tu mesa. Entre tú y yo, se trata de una multa que, por supuesto sin razón, la Ertzaintza le intentó endosar al chaval, cuando todavía lo gozábamos libre. Los motivos, que no vienen al caso, los tienes en el expediente al que distéis la referencia 585/2004. Seré breve y te diré que la sanción data del 10-10-99, que la recurrimos, que nos quitaron la razón en primera instancia, que volvimos a recurrir, que por la brava se cobraron en junio del 2001 el importe de la multa de la declaración de la renta que daba a devolver, que con fecha 30-11-03 nos dan, por fin, los tribunales la razón, que, a pesar de ello, como nadie nos abona lo sustraído, en mayo del 2004 os exponemos la queja y que, por fin, después de casi cinco años, nos notifican desde Lakua que, no procediendo el cobro, nos efectuarán en breve su devolución, si bien, a fecha de hoy, todavía no lo han hecho. Esta anécdota que te cuento que quede entre tú y yo, mi querido Ararteko, porque éstos son capaces de volver a incautar la cantidad por la brava, si se dan cuenta que en alguno de los juicios pueden condenarle al chaval a infames indemnizaciones.
Tienes mucho quehacer por delante en un país cimentado en el cinismo, en la mentira, en el euro y en la prepotencia. No quisiéramos otra cosa que poder ayudarte. Acabamos de volver de Madrid, Iñigo. Otro juicio, otra farsa, otros quince años por quemar un coche, que vaya usted a saber quién lo hizo. ¿Podremos contar contigo para sacarlos a todos de aquel infierno? Si es así, bienvenido, Ararteko. -
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