28.4.05

Al lehendakari en funciones

Luis Beroiz - Licenciado en Ciencias Económicas y Derecho
2005-04-28


Flanqueado por Josu Jon ­¡qué martirio!­ y Begoña Errazti, aún mantengo en mi memoria tu aparición en la Azucarera, proclamando solemnemente tu enorme satisfacción por los resultados de las elecciones. Tus ojos, tu voz, tu risa forzada y, sobre todo, el semblante cariacontecido de tus colaboradores más cercanos, transmitían, sin embargo, el rictus de una derrota inesperada. No sabría a qué carta quedarme ni me importa. Mi preocupación no es el reparto de escaños ni la elección de candidato. Lo único que me preocupa es que, gane o pierda, un zascandil siempre será un zascandil. Va, ya, para tres décadas que, con tu partido siempre en el poder, os habéis mostrado incapaces de resolver un conflicto que se ha convertido en «el conflicto», pues de él emanan los principales problemas tanto de los estados opresores como del oprimido. Las soluciones bastardas que habéis intentado, una vez tras otra, han resultado ineficaces, las violaciones de derechos fundamentales bajo vuestros mandatos han sido y siguen siendo una constante y el dolor que estáis inflingiendo a este pueblo no sólo no remite sino que va, día a día, en aumento.

Aunque hay más, me fijaré solo en un dato de estos comicios que seguramente es el que más os está haciendo cavilar. Si tenemos también en cuenta a aquellos que cansados de facilitaros un voto inútil prefirieron quedarse en casa, muchísimos más de 140.000 votantes os dieron, el domingo 17, la espalda, os dijeron a la cara que se sienten engañados y, consecuentemente, optaron por desengancharse de vuestro carro, al comprobar, incrédulos, las estúpidas cábalas que hacíais con su papeleta, la ridiculez de que hacíais gala en vuestras intervenciones, los porrazos que repartíais a gente de paz, pero, sobre todo, al comprobar cómo repetíais candidatos con los mismos sinvergüenzas que habían demostrado, con avaricia, indignidad para el puesto. ¿A quién se le ocurre colocar en la parrilla de salida a la misma cuadrilla de ineptos que comandó la anterior legislatura? ¿Adónde vais con Balza, paladín de la tortura, de la ocultación y de la obstrucción a la justicia? ¿Adónde con Inclán del que algún día os contaré mis peripecias por sus criminales laberintos de Osakidetza? ¿Y con José Mari González Zorrilla, tan joven y beneficiario ya de vergonzosas aunque presuntas prebendas? Sólo por citar unos pocos. A estas alturas, supongo que habréis devuelto la factura del cerebro que os diseñó la campaña.

Una vez apagado el eco de los logros estadísticos exhibidos, sin rubor, en tus mítines, la hora de la mentira, Juan José, está dejando paso al tiempo de la verdad. Este pueblo te ha advertido, con papeletas, que ya no aguanta ni un solo día más sin paz, sin justicia y sin libertad. Supongo que en virtud de partido más votado, te has arrogado el protagonismo de hablar con los diferentes partidos, con la normalización como meta, y ya llevas concertadas un montón de entrevistas. Ese compromiso tuyo de hablar con todos ni es tarea nueva, pues llevas ni sé el tiempo prometiéndolo sin cumplirlo, ni es lo más perentorio a afrontar, ya que, de hecho, los ciudadanos de a pie estamos, estos días, mejor, más tranquilos, con menos sobresaltos, precisa y cabalmente por estar vacante el Parlamento. Para que no divaguéis en vuestras citas, creo sinceramente que hubieran sido prioritarias otras conexiones previas. Aunque, bien pensado, el orden de factores no debiera alterar el producto.

Lehendakari, tienes que hablar, ya, con el colectivo de presos y refugiados. Están siendo tus grandes olvidados. Ni los citas en tu deplorable plan ni los has mencionado en tus mítines y debates. Es imprescindible contar con ellos e insensato marginarlos. Entre encarcelados y exiliados, son varios los miles de vascas y vascos, nuestros queridos gudaris, admirados y admirables, que han peleado, pelean y, si no lo remedias, seguirán peleando, precisa y casualmente, porque vosotros nunca habéis estado a la altura en el cumplimiento de vuestros deberes y obligaciones. Estos jóvenes, lo sabes tú y cada vez más gente, ni conforman banda, ni son terroristas ni son alimañas, a pesar, Juan José, del esfuerzo que habéis derrochado por tergiversar el significado de estos vocablos. Estos jóvenes son violentos, sí, pero su violencia es defensiva, provocada y menos virulenta que esa violencia ofensiva a la que, injustamente, les estáis sometiendo, tanto a ellos, como a sus familiares, como al pueblo al que representan y defienden. Deja de verlos como enemigos, escucha lo que dicen, no les pidas que condenen hasta que tú puedas tirar la primera piedra, no los odies, son la llave, habla con ellos, atiende sus propuestas. Te he oído decir, ya fuera de campaña, que te encanta hollar la arena de la playa, a poder ser acompañado de un bello amanecer o de un bonito atardecer. También a ellos les gustaría pero, por vuestra culpa, no tienen oportunidad de hacerlo, pues los habéis encerrado por comprometer su vida en luchar contra vuestra corrupción y la conculcación de sus derechos, en suplir vuestra indefinición y en contrarrestar vuestra interesada traición.

Tras esta primera, tu segunda llamada es obligada. Sin colgar el teléfono, que te pongan con la Audiencia Nacional. Te he oído decir, textualmente y en campaña, que tienes obligación de «denunciar la tortura y reivindicar que se acabe con ella». No, mi querido Juan José. Esos que has elegido son verbos etéreos, inanes, referidos a terceros y su destino es el saco roto. De una vez por todas, vamos a ser sinceros. Lo que tienes que hacer es reconocer y asumir la tortura, tu tortura, la que tu Policía ha ejercido durante tu mandato. Reconocer y asumir ante los jueces, y ante tu pueblo, que todas las inculpaciones y autoinculpaciones obtenidas con nosotros por la ertzaina, se han conseguido bajo tortura. Te lo hemos demostrado con pruebas y todos los que nos han escuchado nos han dado crédito, incluidos jueces y fiscales. Debido a esa evidencia, hoy, la mayor parte de esos chavales que entregasteis están en casa, libres de todo cargo, aunque nadie os hayáis hecho eco de sus libertades, tras casi tres años de cárcel gratuita. Llama a la Audiencia, Juan José, y diles que en su celda, quedan todavía presos tan inocentes como los que acaban de salir. Son Jon, Iker, Ugaitz y un largo etcétera. Diles que arrancasteis sus confesiones bajo tortura y que ni tan siquiera debieron ser entregados. Diles que ya no soportas más la mirada de sus madres. Sé valiente, lehendakari. Diles que nos los devuelvan.

Dos llamadas solamente. Si las haces, los familiares estamos dispuestos a perdonar ya que olvidar no está en nuestras manos. Y ante los partidos con los que te vuelvas a citar, acudirás investido del aval y autoridad que sólo la dignidad confiere. De paso, hasta pienso que te habrás merecido muchos amaneceres y atardeceres gozando del murmullo de las olas y del aleteo de las gaviotas. El pueblo, quizás, vuelva a contar contigo.

Si por el contrario decides no hacerlas, lehendakari, si prefieres tener a tus torturados en la cárcel, que la maldición de las familias que sufrimos vuestro terror te persiga donde quiera que intentes esconderte, porque ya nada de lo que nos digas será creíble y los problemas de este pueblo no tendrán solución con vosotros. No te estoy pidiendo favores ni nada que no puedas sino algo que estás obligado en conciencia a hacer. Y si no, no haber permitido, consentido y justificado la tortura en tus dependencias.

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