Delito de ocultación
Luis Beroiz - Licenciado en Ciencias Económicas y Derecho
2005-03-28
No soy quién para indicarle a un medio de comunicación de lo que tiene o no tiene que informar. Entiendo que, si algo no me gusta, la decisión sensata es cambiar de canal o no comprar ese diario. Esta regla, sin embargo, crea excepción, cuando los medios nos convertís en vuestras víctimas y entráis en nuestras casas, violentando, sin sonrojaros, nuestros derechos más elementales.
Empiezo contigo, José Mari, porque, trepa trepando, gobiernas el grupo de comunicación más poderoso del Estado, el Grupo Vocento, porque fuiste, cuando las detenciones, el primero y el que más estiércol intentó echar sobre nuestros apellidos, y porque la semana pasada, con cita previa, estuve en Deusto para recabar comprensión corporativa, ya que damnificados y damnificadores, en este affaire, pertenecemos al mismo heterogéneo y singular colectivo. En mi visita al campus, te llevé, aunque sólo mentalmente, conmigo a los mismos entrañables recovecos que, antaño, recorríamos físicamente juntos. Pocos cambios, José Mari. Especialmente emocionante fue la parada que hicimos en el mismo lugar en que, hace más de treinta años, ardía, por mentiroso, en montonera, el mismo periódico que sigue mintiendo hoy y del que eres principal baranda, tu inefable “Correo”. Pudiste ver, también, cómo profesores y antiguos empleados con los que me crucé me daban todo su apoyo, después de leer, todavía no domináis la red, los escritos que tú te has negado a publicarme. En la campa, tras las nieves, las mismas chiribitas y clavelinas de hace tres décadas. Sobre ellas, algunos cuerpos, los primeros, tomando el sol.
Todo sigue igual, José Mari, excepto tú, que has hecho de la falacia tu principal alimento. Editorializabas, no hace mucho, diciendo que si la verdad molesta, había que soterrarla. Y así, durante este tiempo, mientras tú mentías interesadamente, yo, por motivos obvios procesales, tenía que tragarme la verdad y otras cosas, con ella. Cuando, al fin, he podido difundir mis testimonios en todas las direcciones, cuando te he hecho partícipe privilegiado de ellos, vas tú y se los ocultas a todos tus adormilados lectores. Todos sabemos de tus pactos con las distintas policías para ofrecer su versión y sólo su versión. Pero entiendo, también, que con tus lectores hay otro pacto que consiste en contarles la verdad, sobre todo si les has embaucado antes. La noticia que yo te suministré no tenía desperdicio. Que un Gobierno, esta vez el Vasco, detenga, torture y entregue a unos chavales de los que tiene constancia de que no estaban donde dice que estaban merece ser noticia de primera página. Que ese mismo Gobierno, en un segundo inexplicable y criminal paso, intente ocultar nuestra única prueba de salvación, era merecedor del titular gordo de vuestra primera página. Porque si a este país le ocultamos premeditadamente este tipo de noticias, nada tendrá ya remedio. Y si ocultar es delito, ocultar al que oculta, también, y posiblemente más grave, José Mari.
Los mismos testimonios mandé a los medios afectos al partido en el Gobierno, obteniendo idéntico resultado. Como en “El Correo”, también en “Deia”, cuando las detenciones, nos disteis la versión policial con todo lujo de detalles. Otra montaña de boñiga sobre nuestros apellidos. Con vosotros, qué triste es decirlo, nos ha ido peor, si cabe. Semana tras semana, anestesiabais a vuestros lectores con declaraciones de consejeros hipócritas y malintencionados. ¡Cuánto daño nos iba haciendo el goteo incesante de su no solicitada verborrea! Me viene a la memoria, cuando liberaron a nuestro hijo, la prisa que os disteis para informar de que ¡cómo podía ser eso cierto! si estaba imputado por innumerables otras causas. Entre otras, el lanzamiento de cócteles contra el cuartel de su pueblo. Se lo recordabais a quien correspondiera, logrando, con el aviso, que se lo llevaran de nuevo, sabiendo como sabíamos, aunque no podíamos decirlo entonces, la imposibilidad de su culpabilidad.
Entiendo que es duro reconocer que el partido que os sustenta otorgara a nuestro hijo el don de la ubicuidad, pero, una vez cogidos en renuncio, me resisto a aceptar que sigáis empeñados en ocultar a vuestros lectores los intentos de obstrucción a la justicia realizados por el tripartito, con lo que esto suponía de agravio para nuestra familia. Tras tanta mentira, deposité, por fin, la verdad sobre vuestra mesa y vosotros la ocultasteis, la tapasteis, cubriéndola de vergonzoso silencio. Y no me valen posicionamientos personales. Aquí y ahora tienen más validez los profesionales y éstos no se están dando. Y, si ocultar es delictivo, ocultar al que oculta, también. Probablemente más.
¿Y qué decir del medio audiovisual público afecto, por definición, al partido en el poder? También estuvisteis presentes en las detenciones, sin que os hayan despertado el mismo interés ni las absoluciones ni las puestas en libertad, que las ha habido y muchas. Debo reconocer, en este caso, y lo hago con gratitud, que se me abriera un hueco en uno de vuestros programas televisivos, donde, también por prudencia sumarial, tuve que guardar estos datos escalofriantes y que se me abriera otro hueco en uno de vuestros programas radiofónicos donde, aunque no en su totalidad, disteis salida a parte de mi entrevista. Al finalizar la misma os despedíais augurando que mis testimonios iban a dar mucho que hablar, pero no está siendo así, porque, también en EiTB, tras un conato de sinceridad, parece haberse impuesto la ley del silencio. De hecho, en ningún momento habéis hecho mención a la negación de auxilio a la justicia por parte de los partidos en el Gobierno, esos tres en uno. Este proceder os convierte, como a ellos, en carceleros. Ocultar pruebas al juez es punible y sancionable, ocultar al que oculta pruebas al juez, es, además, miserable. Un servidor que entiende algo de Qes de Plata, de EFQMs y demás zarandajas, pues vivo de ello, se queda estupefacto al comprobar que presumís de lanzar el tronco más alto que nadie, más lejos que nadie. Me pregunto, a modo de ejemplo, si, en su visita a Lakua, le habéis preguntado a Gil Robles si el Sr. Azkarraga le entregó la carta que dirigí al Sr. Balza. Elemental en un Q de Plata. ¿Lo habéis hecho?
Señores de los medios, no os estoy pidiendo que condenéis la violencia que el Gobierno Vasco ha ejercitado y sigue ejercitando sobre nosotros, porque las condenas, al revés que los remedios, son un insulto a la inteligencia. Por pacto, dinero o conveniencia, espero que no por convicción, sois parte incendiaria activa del conflicto. Vuestra misión es narrar hechos, contar la verdad, redonda, sin recortes, y no lo estáis haciendo. A los muchos que nos dicen que rezan por nosotros, les contesto que lo hagan sólo por vosotros, auténticos necesitados. A nuestro chaval le cortasteis la carrera de periodismo, cuando lo ingresasteis en la cárcel. Si la acaba algún día, no contéis con él en vuestras nóminas. Lo prefiero dentro que en vuestros nidos. La explanada del Peine de los Vientos, donde acostumbráis a celebrar vuestros saraos, ha enrojecido de vergüenza, en contraste con ese mar azul, sosegado, que nos evoca la dignidad y el orgullo de todos nuestros gudaris. Nuestro corazón, nuestra mirada está dentro con todos ellos. No les va a faltar todo nuestro esfuerzo, mientras no esté el último en la calle. Aurrera neska-mutilak, dagokiguna berreskuratu arte... zuekin beti bat! -
No soy quién para indicarle a un medio de comunicación de lo que tiene o no tiene que informar. Entiendo que, si algo no me gusta, la decisión sensata es cambiar de canal o no comprar ese diario. Esta regla, sin embargo, crea excepción, cuando los medios nos convertís en vuestras víctimas y entráis en nuestras casas, violentando, sin sonrojaros, nuestros derechos más elementales.
Empiezo contigo, José Mari, porque, trepa trepando, gobiernas el grupo de comunicación más poderoso del Estado, el Grupo Vocento, porque fuiste, cuando las detenciones, el primero y el que más estiércol intentó echar sobre nuestros apellidos, y porque la semana pasada, con cita previa, estuve en Deusto para recabar comprensión corporativa, ya que damnificados y damnificadores, en este affaire, pertenecemos al mismo heterogéneo y singular colectivo. En mi visita al campus, te llevé, aunque sólo mentalmente, conmigo a los mismos entrañables recovecos que, antaño, recorríamos físicamente juntos. Pocos cambios, José Mari. Especialmente emocionante fue la parada que hicimos en el mismo lugar en que, hace más de treinta años, ardía, por mentiroso, en montonera, el mismo periódico que sigue mintiendo hoy y del que eres principal baranda, tu inefable “Correo”. Pudiste ver, también, cómo profesores y antiguos empleados con los que me crucé me daban todo su apoyo, después de leer, todavía no domináis la red, los escritos que tú te has negado a publicarme. En la campa, tras las nieves, las mismas chiribitas y clavelinas de hace tres décadas. Sobre ellas, algunos cuerpos, los primeros, tomando el sol.
Todo sigue igual, José Mari, excepto tú, que has hecho de la falacia tu principal alimento. Editorializabas, no hace mucho, diciendo que si la verdad molesta, había que soterrarla. Y así, durante este tiempo, mientras tú mentías interesadamente, yo, por motivos obvios procesales, tenía que tragarme la verdad y otras cosas, con ella. Cuando, al fin, he podido difundir mis testimonios en todas las direcciones, cuando te he hecho partícipe privilegiado de ellos, vas tú y se los ocultas a todos tus adormilados lectores. Todos sabemos de tus pactos con las distintas policías para ofrecer su versión y sólo su versión. Pero entiendo, también, que con tus lectores hay otro pacto que consiste en contarles la verdad, sobre todo si les has embaucado antes. La noticia que yo te suministré no tenía desperdicio. Que un Gobierno, esta vez el Vasco, detenga, torture y entregue a unos chavales de los que tiene constancia de que no estaban donde dice que estaban merece ser noticia de primera página. Que ese mismo Gobierno, en un segundo inexplicable y criminal paso, intente ocultar nuestra única prueba de salvación, era merecedor del titular gordo de vuestra primera página. Porque si a este país le ocultamos premeditadamente este tipo de noticias, nada tendrá ya remedio. Y si ocultar es delito, ocultar al que oculta, también, y posiblemente más grave, José Mari.
Los mismos testimonios mandé a los medios afectos al partido en el Gobierno, obteniendo idéntico resultado. Como en “El Correo”, también en “Deia”, cuando las detenciones, nos disteis la versión policial con todo lujo de detalles. Otra montaña de boñiga sobre nuestros apellidos. Con vosotros, qué triste es decirlo, nos ha ido peor, si cabe. Semana tras semana, anestesiabais a vuestros lectores con declaraciones de consejeros hipócritas y malintencionados. ¡Cuánto daño nos iba haciendo el goteo incesante de su no solicitada verborrea! Me viene a la memoria, cuando liberaron a nuestro hijo, la prisa que os disteis para informar de que ¡cómo podía ser eso cierto! si estaba imputado por innumerables otras causas. Entre otras, el lanzamiento de cócteles contra el cuartel de su pueblo. Se lo recordabais a quien correspondiera, logrando, con el aviso, que se lo llevaran de nuevo, sabiendo como sabíamos, aunque no podíamos decirlo entonces, la imposibilidad de su culpabilidad.
Entiendo que es duro reconocer que el partido que os sustenta otorgara a nuestro hijo el don de la ubicuidad, pero, una vez cogidos en renuncio, me resisto a aceptar que sigáis empeñados en ocultar a vuestros lectores los intentos de obstrucción a la justicia realizados por el tripartito, con lo que esto suponía de agravio para nuestra familia. Tras tanta mentira, deposité, por fin, la verdad sobre vuestra mesa y vosotros la ocultasteis, la tapasteis, cubriéndola de vergonzoso silencio. Y no me valen posicionamientos personales. Aquí y ahora tienen más validez los profesionales y éstos no se están dando. Y, si ocultar es delictivo, ocultar al que oculta, también. Probablemente más.
¿Y qué decir del medio audiovisual público afecto, por definición, al partido en el poder? También estuvisteis presentes en las detenciones, sin que os hayan despertado el mismo interés ni las absoluciones ni las puestas en libertad, que las ha habido y muchas. Debo reconocer, en este caso, y lo hago con gratitud, que se me abriera un hueco en uno de vuestros programas televisivos, donde, también por prudencia sumarial, tuve que guardar estos datos escalofriantes y que se me abriera otro hueco en uno de vuestros programas radiofónicos donde, aunque no en su totalidad, disteis salida a parte de mi entrevista. Al finalizar la misma os despedíais augurando que mis testimonios iban a dar mucho que hablar, pero no está siendo así, porque, también en EiTB, tras un conato de sinceridad, parece haberse impuesto la ley del silencio. De hecho, en ningún momento habéis hecho mención a la negación de auxilio a la justicia por parte de los partidos en el Gobierno, esos tres en uno. Este proceder os convierte, como a ellos, en carceleros. Ocultar pruebas al juez es punible y sancionable, ocultar al que oculta pruebas al juez, es, además, miserable. Un servidor que entiende algo de Qes de Plata, de EFQMs y demás zarandajas, pues vivo de ello, se queda estupefacto al comprobar que presumís de lanzar el tronco más alto que nadie, más lejos que nadie. Me pregunto, a modo de ejemplo, si, en su visita a Lakua, le habéis preguntado a Gil Robles si el Sr. Azkarraga le entregó la carta que dirigí al Sr. Balza. Elemental en un Q de Plata. ¿Lo habéis hecho?
Señores de los medios, no os estoy pidiendo que condenéis la violencia que el Gobierno Vasco ha ejercitado y sigue ejercitando sobre nosotros, porque las condenas, al revés que los remedios, son un insulto a la inteligencia. Por pacto, dinero o conveniencia, espero que no por convicción, sois parte incendiaria activa del conflicto. Vuestra misión es narrar hechos, contar la verdad, redonda, sin recortes, y no lo estáis haciendo. A los muchos que nos dicen que rezan por nosotros, les contesto que lo hagan sólo por vosotros, auténticos necesitados. A nuestro chaval le cortasteis la carrera de periodismo, cuando lo ingresasteis en la cárcel. Si la acaba algún día, no contéis con él en vuestras nóminas. Lo prefiero dentro que en vuestros nidos. La explanada del Peine de los Vientos, donde acostumbráis a celebrar vuestros saraos, ha enrojecido de vergüenza, en contraste con ese mar azul, sosegado, que nos evoca la dignidad y el orgullo de todos nuestros gudaris. Nuestro corazón, nuestra mirada está dentro con todos ellos. No les va a faltar todo nuestro esfuerzo, mientras no esté el último en la calle. Aurrera neska-mutilak, dagokiguna berreskuratu arte... zuekin beti bat! -