Padre que mira a su hijo preso...

13.6.05

Tarjeta amarilla

2005-06-13
Luis Beroiz - Licenciado en Ciencias Económicas y Derecho


O no me has entendido o no me quieres entender, lehendakari. En mi anterior contacto, te recordaba unos deberes urgentes que, todavía y que yo sepa, no has tenido la valentía de afrontar. Me dirás que no has tenido tiempo, ocupado, como habrás estado, en resolver tanta igualada, crispado por tantos empates. Porque ¡menudo papelón el que estáis protagonizando los recién electos de uno y de otro bando! ¡Qué vergüenza! Me he preguntado, muchas veces, cuáles pueden ser las verdaderas razones por las que a los Ministros y Consejeros de Interior, al abandonar sus oscuros cargos, se les recompensa, se les cobija, se les disculpa y se les sigue enalteciendo. ¿Por todo lo que saben?. ¿Por todo lo que ocultan?. Fraga, Corcuera, Barrionuevo y, ahora, Atutxa, por citar algunos.

Este último, con edad inmejorable para dejar el puesto a otro y largarse de una vez a su casa, deshojó, en su día, una margarita sin pétalos, me voy-me quedo, me voy-me quedo. Como no podía ser de otra forma, se quedó, porque así lo habían previsto, concertado y planeado. Este señor, de trago largo y voz metalizada, ariete, coetáneo y paisano de mi amigo el burukide, acumula un historial largo y escalofriante de acciones varias contra todo aquello que por la izquierda se movía, relatadas, ya, por otros en este mismo diario y cuya enumeración soslayo por conocida.

Su peculiar forma de entender y desarrollar sus funciones mereció los elogios más encendidos de aquellos que nos oprimen y las amenazas, todo hay que decirlo, de los oprimidos. Si nos ceñimos a la gente de bien, a este señor ni se le quiere ni le ha querido nadie, a pesar de que algunos, Egibar dixit, le hayan sacado la cara y a mí los colores, al escuchar su panegírico. Este señor se ha pasado la vida enarbolando su afilada hacha de guerra. Yo, sin ir más lejos, me lo encontré en el primero de los muchos sumarios que le abrieron al chaval. En él, se le acusaba de pertenencia a un extraño grupo, apodado «Y». ¿Sabe alguien lo que esta letra griega significa? Yo, no. El chaval, tampoco. Sólo él lo sabe. Merced a su fantasiosa ocurrencia, sin embargo, decenas de gudaris han pasado por las jaulas de la Audiencia. Ha sido, pues, su trágica y tétrica trayectoria la que le ha excluido de los cargos.

En mi anterior misiva, te dije; Juan José, que la gente de a pié nos sentimos más seguros y relajados cuando el hemiciclo se deshace que cuando se rehace y el tiempo no ha tardado en darme la razón. En cuanto habéis vuelto a reocupar los asientos, pues sois los mismos, han retornado las astracanadas. ¡Mira que os está costando daros cuenta de que os han vuelto la espalda miles y miles y miles de votantes, cansados de la inutilidad de su voto! Hoy hay nueve escaños que se os atragantan, sin que podáis disimular la carraspera. En cuanto habéis podido, el primer paso que habéis dado ha sido echarles, sin contemplaciones, de la mesa, como si no existieran, como si no existiéramos. No ha de pasar mucho tiempo para que os veamos, de nuevo, maquinando para arrojarles, también, del Parlamento. Y eso ¿por qué? Porque han resumido su ideario en un compromiso a favor de la normalización y de la paz, objetivo que está en las antípodas de vuestras intenciones y proyectos. Feo, muy feo el precedente que habéis sentado con vuestra infantil pataleta. Porque, dime, ¿qué pasará si se repiten los empates en la votación para elegir lehendakari?. ¿Sería un disparate aupar a Patxi a la lehendakaritza y a Nekane a la Consejería de Interior? ¿Improbable?. Factible, sin más. El problema emergente sería qué hacer, y dónde colocar a esas mesnadas de altos cargos que se iban a quedar sin puesto, dado su altísimo y demostrado nivel de incompetencia, que esto último no lo sé de oídas, sino por experiencias en propia carne, algunas regocijantes, sangrantes la mayoría.

Para colmo, la primera resolución que habéis adoptado ha sido la de condenar una explosión suficientemente anunciada, previsiblemente inocua por lo tanto, e interpretada por cada cual de conformidad con sus particulares intereses. Suceso éste que acontecía al mismo tiempo que se imputaba, se llamaba a declarar y se encarcelaba al único político creíble, al único que hace lo que dice, al más honesto de entre vosotros, sin que, como exigiría la lógica, hayáis condenado su apresamiento, por más que finalmente quedara en libertad, tras vergonzoso pago del impuesto contrarrevolucionario. Mantener vuestro casposo discurso de un solo tipo de violencia, de un solo tipo de víctimas, es una inhumana lección de hipocresía. Como si las vuestras fuesen ejemplares acciones humanitarias.

Me llama la atención ver, Juan José, que te ríes mucho últimamente. Tú y, contigo, algunos como tú. Y lo hacéis a carcajadas. Te ríes cuando conviertes tu fracaso electoral en triunfo, cuando colocas patas a las sillas, cuando proclamas bonanzas económicas, mientras en la calle y en la mar se manifiestan ciudadanos irritados, te ríes cuando colocan los serpas su amito en tu cuello, cuando arropas a la patronal en tus constantes encuentros con ella, en casi todos tus actos públicos. Son tan descaradas que no hay programa de humor que no haga befa y mofa de tus carcajadas. ¿También de nosotros te estás riendo, Juan José?. Me pregunto por el motivo de tanta alegría y no hallo respuesta; encuentro más razones para el llanto que para la carcajada, pero veo que, de nuevo, me estoy desviando del propósito de estas líneas, así es que al grano.

Entre tus vascos y vascas, lehendakari, hay cientos de familias que, cada día, lo tienen más crudo para ver a sus hijos; que, cada día, los tienen un poco más lejos, gracias a una genialidad de tu partido; que, cada día, soportan humillaciones más sofisticadas. Hay familias con decenas de años de condena, sólo porque los torturasteis antes de entregarlos, como os lo hemos demostrado, no porque cometieran delito. Estáis, estos días, pidiendo formalmente, yo también lo he hecho, justicia para un ciudadano filipino, mientras aquí os dedicáis a obstruirla. Allí se condena sin pruebas, decís. Lo mismo que aquí, Juan José. Hay familias destrozadas, que siguen exigiendo que reconozcas, como máximo responsable de Arkaute, lo que todo el mundo sabemos, es decir, cómo obtuvisteis aquellas confesiones, aquellas autoinculpaciones. Precisamente, al jefecillo de esos canallas, al de la muñequera, le vieron, hace poco, actuar de testigo en la Audiencia y le reconocieron. Hay familias cuyo interminable dolor no ha sido originado por sus hijos, sino por los hijos de vuestras madres. Familias que no podemos esperar más tiempo soportando tamaño desafuero. Con una llamada y unas breves palabras de sinceridad, quedarían todos libres. Incluido tú. ¿Acaso no necesitas liberarte de la mala conciencia que tu pasividad y silencio tienen, forzosamente, que estar generándote?

Te propongo un juego. Que esta carta te la lea la mayor de tus hijas. Cierra los ojos mientras escuchas e imagina que todo esto le hubiese sucedido a ella, siendo yo el preboste de Lakua. Supón que su libertad dependiera de un gesto mío y que yo no lo hiciera por razones electorales, por obediencia debida o porque no me diera la gana y que ella, inocente, aislada, se pudriera, por mi culpa, en una de esas mazmorras del diablo, diseñadas para aniquilar. Y que a ti te obligaran a hacer miles de kilómetros, todas las semanas, para poder verla y comprobar, por breves instantes, su desgraciada situación. ¿Qué pensarías de mi? Posiblemente lo mismo que nosotros pensaremos de ti, si no eres valiente.

Free counter and web stats